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miércoles, 27 de febrero de 2008

Analizando a la compe... Ciberperlas bloggeras

Dicen que el que no tiene que hacer con el rabo mata moscas. Como en mi caso, Dios me dio a elegir entre una buena memoria y un gran rabo y aun no recuerdo lo que elegi, ante el peligro de derribar cosas mayores que una simple mosca, como por podria ser algun avion, y paso de que ademas de ZP, tambien Bush quiera arremeter contra España, compenso mis momentos de asueto matando virtualmente peatones en mi PSP con el juego Vice City, especialmente en momentos como aquellos en los que el apremio me obliga a mingitar.

O en los mejores casos, cuando no tengo nada interesante que contaros sobre China (cosa dificil de hacer mientras siga en España), me da por buscar por la bloggesfera y analizar y leer de otros "colegas" bloggeros con igual tematica.

En mi fortuna, hoy he topado con material interesante. Y respentando la correcta pleitesia, aunque voy a copiar sus los textos, lo hare desde mi respeto y admiracion, y evidentemente, mencionando la fuente y origen de estos textos.

Texto 1.- (Versa sobre la relacion entre hombres y mujeres, contado por una chica China llamada Lao Yi, muy interesante saber como piensan ellas sobre sus hombres)

"

Piropos para Confucio

Por LAO YI

Cuando la joven china Wen Yansong salpica con su gracia natural las calles de La Habana, un desfile de ojos atentos la sigue sin tregua. Algún varón, deslumbrado por la exótica presencia de Marcela (su nombre español), usará uno de los recursos más socorridos de la idiosincrasia criolla, y dejará escapar a su paso frases como: “¡Chinita preciosaaa, por ti voy caminando hasta China!”

Si un requiebro de esos quilates fuera dirigido a una de las despampanantes habaneras que cada día arrancan similares reacciones de sus coterráneos, la respuesta más probable sería una sonrisa, o una mirada indiferente, en dependencia de cuán próximo a un Adonis esté el autor de la frase. En Cuba, como en todo el mundo hispanoparlante, el piropo suele ser bien recibido cuando se dice con gracia y mesura. Pero con Marcela Wen no valen los galanteos de la hispanidad. Sin importar quién la interpele, responderá, en el más áspero acento beijinés: ¡You bing! (estás enfermo), dejando al lisonjero de turno en la duda eterna de a dónde le han mandado en lengua tan ajena.

A pesar de sus veintitantos años, que la hacen coincidir cronológicamente con el proceso de apertura al exterior de su país, gracias al cual millones de chinos han echado a volar la mente, esta empresaria china en ciernes no entiende de piropos. Aunque habla español y está al tanto de la cultura que acompaña a dicha lengua, prefiere apegarse a la conducta de millones de coterráneas suyas pues, según me confiesa, esas no son cosas para decir en público.

Algunos iberoamericanos que hemos viajado a China, nos preguntamos con frecuencia --sobre todo cuando se desconoce el idioma local--, qué extraños e inasibles vericuetos recorren los hombres chinos para llamar la atención de una fémina desconocida. ¿Poseen alguna fórmula para halagarlas sin ofenderlas? ¿Lisonjean a sus compañeras de trabajo; llenan de mimos a sus novias y esposas? ¿Puede una bella frase dicha casi al descuido llevar a dos perfectos desconocidos a una relación que termine en matrimonio? Todas nuestras interrogantes comienzan a tener respuesta cuando aprendemos que, por regla general, los extraños no se hablan en la calle, lo cual va más allá de la relación entre sexos opuestos. Y mucho menos se concibe la vía pública para que un desconocido se regodeé alabando las bondades físicas o sentimentales de una mujer.

Esta marcada característica beijinesa (luego aprenderemos que, por ejemplo, shanghaineses, guanzhouneses y sichuaneses son por lo regular menos estrictos) tiende a poner cortapisas al sentimiento y la admiración por el otro sexo y parece estrechamente vinculada a la moral confuciana. Hay que ir a la historia para entender ciertas actitudes.

A Confucio (551-479 a.n.e.) se le responsabiliza por buena parte de las actitudes que, para bien o mal, priman en la sociedad china actual. Pocos filósofos han influido tanto en la vida de un pueblo y por tanto tiempo. Sobre todo teniendo en cuenta que el mismo vivió casi 500 años antes de nuestra era, durante la segunda mitad de la primera dinastía Zhou (1027-221 a.n.e.).

“Confucio tuvo mucho que ver con el conservadurismo que se instaló gradualmente en la sociedad china desde su época, como oposición a cierto liberalismo en el campo sexual en siglos anteriores. Sirva de ejemplo que en sus textos sobre los clásicos chinos quedó eliminada cualquier referencia al evidente erotismo que aparece en el Shi Jing (Libro de los Cantos, de la dinastía Zhou, considerada la primera gran obra literaria china), afirma el profesor universitario chino Chen Yuehong, especialista en temas literarios e históricos. Y agrega: “Con él se reforzaron cánones de mojigatería y negación absoluta de las más normales ansias del ser humano, como pueden ser el amor y la atracción sexual, además de implantar un total desprecio por el papel de la mujer como persona con iguales aspiraciones que el hombre. Ello explica que, de finales de la dinastía Han (206-220 ane) a la Ming (1368-1644), el sexo fuera tabú. Los discípulos y seguidores confucianos se encargaron por espacio de generaciones de reforzar esta visión, promoviendo la preservación de las llamadas virtudes celestiales, mientras negaban a rajatabla cualquier deseo terrenal. Se llegó al extremo de eliminar los términos sexuales del habla cotidiana. La lujuria pasó a ser el peor de los pecados.”

La confusión que se fue instalando en la relación entre sexos a la sombra de la prédica confuciana ha durado hasta nuestros días, con breves períodos de “mano abierta”, como el propiciado en la dinastía Yuan (1279-1368), cuando los nómadas se hicieron con el poder por un tiempo.

“Ni siquiera al instaurarse la Nueva China nos libramos por completo de las rémoras feudales con respecto al sexo, asevera Chen. Después de 1949, y hasta el final de la revolución cultural, el tema retomó su naturaleza tabú. Durante la revolución cultural la situación alcanzó un punto crítico. Por ejemplo, una pareja que conviviera sin estar legalmente unidos podía sufrir escarnio público, y a ella se le endilgaba el mote de “zapatos rotos”, lo que equivalía a ser una mujer de la peor clase, sin la más mínima decencia.”

Esta fue la época, cabría añadir, en que no era raro encontrar matrimonios que se llamaban mutuamente “camarada.”

Por suerte, mucho ha llovido desde entonces, sobre todo en China, donde todo cambia a la velocidad de un trueno. Si bien hoy no todo es color de rosa (¿dónde lo es?), en el país se van imponiendo nuevos patrones. Para el profesor Chen, en la China contemporánea hay cuatro puntos de vistas fundamentales que inciden en la relación entre sexos para igual número de generaciones: Los mayores de 60 año siguen en su mayoría anclados en normas al estilo de los “zapatos rotos”; los mayores de 45 viven a mitad de camino entre la liberación de la mente y la auto represión; los de 30 a 45 ya aceptan el divorcio, la cohabitación extramarital y son más abiertos, aunque viven muy atados a los valores familiares. Y por último, llegan los menores de 30. Estos, asegura el experto, experimentan una época de franca confusión: son los hijos de la economía de mercado, más expuestos que todos los demás a la influencia extranjera. Para ellos, el sexo es incluso una manera de enfrentarse a sus padres.

Sin pretender ahondar en premisas históricas o sociales, lo cual dejo al experto Chen, si me consta por propia experiencia que son muchas las jóvenes chinas que ya aceptan de buen talante un cumplido de un desconocido. Aunque este artículo fue solicitado para una sección donde los extranjeros exponemos nuestros puntos de vista sobre aspectos de la vida china, consideré pertinente la presencia de la voz femenina local, en busca de un contrapeso. Pedí su opinión a mi colega Ángeles Wang y ella, como buena periodista, prefirió responder con un delicioso mini-reportaje, como complemento al tema. Ángeles, que dicho sea de paso se convierte con frecuencia en blanco de los cumplidos de numerosos iberoamericanos, acepta sin reparos un piropo bien dicho. Por eso, Angelita, qué menos puedo decirte que por ti, ¡voy caminando hasta China!

Intríngulis del piropo en China

Por WANG YANG

Si veinte años atrás le hubieras dicho un piropo a una chica china recién conocida, sin duda te respondería con una mezcla de susto y desprecio. Si insistías, mejor te protegías con un casco, porque la muchacha, agraviada, podía responder agresivamente. Bueno, la verdad es que exagero un poco. Pero lo hago para ilustrar cómo entonces, y en buena medida hasta hoy día, las mujeres chinas hemos rechazado los piropos de los hombres desconocidos.

Digo “20 años atrás”, por que ese –-algo más-- ha sido el tiempo transcurrido desde que China empezó a aplicar la política de reforma y apertura al exterior. En el decurso de estos años ha ido incrementándose cada vez más el número de extranjeros que viajan, estudian o trabajan en China, e incluso se casan con chinos. Así las cosas, lo que nosotros denominamos ideología social ha sufrido notables cambios bajo la influencia foránea, haciendo que los chinos seamos más abiertos que antes. Pero, ojo, sólo “relativamente”. Si bien los jóvenes chinos ya no son tan “cerrados” no se puede decir que todavía sean tan “abiertos”. Por ejemplo, es posible y normal que una mujer que por 10 años haya mantenido relaciones laborales y amistosas con un colega masculino, nunca haya recibido la menor frase de halago de éste. Aunque esto ocurre sobre todo entre los mayores, no es extraño verlo en las nuevas generaciones. Sirva de ejemplo en este sentido una chica de 25 años, quien me dijo: “Claro que me encantan los piropos de mis amigos, compañeros, y sobre todo de mi novio. Pero, si es un desconocido, me sentiré incómoda y quizá hasta atemorizada.”

Aunque los piropos de los conocidos se acogen de buena gana, la persona china promedio no ve con buenos ojos al hombre que se deshace en requiebros. Una mujer de 36 años dice al respecto: “no me gusta el hombre que siempre dice piropos. Lo considero un Xiaobailian (joven intelectual de cara blanca, atractivo para muchas mujeres).” La entrevistada, como la mayoría de las mujeres chinas, ven dentro de un chico de “boca dulce” a un tipo algo falso, con el cual no le gustaría casarse.

No es de extrañar entonces la carencia de halagos mutuos entre la mayoría de las parejas chinas. Este es otro fenómeno bastante interesante, como lo es que un hombre esconda cuán atractiva le resulta “la cara” de una mujer al confesarle su amor.

Ello puede obedecer a la vergüenza que embarga al común de los hombres chinos para destapar sus sentimientos. Por otra parte nosotras las mujeres somos cada día más extrovertidas. Hasta cuestionamos los silencios de nuestros enamorados o maridos. Una joven casada confiesa: ¡Mi marido ni en sueños me piropea! Cuando me estreno un vestido, casi nunca me elogia, aunque leo algo en su mirada. Como es tan parco, cuando por accidente dice algo, me siento elevada al cielo.” En estos casos, las chinas decimos que nuestra pareja es “madera”, porque la madera nos sugiere la falta de sentimientos. La comparación puede parecer desproporcionada, aunque no menos son nuestras ansias de que nuestros hombres sean más románticos.

En cuanto al piropo o requiebro como forma de acercamiento entre los sexos, lo que puede ser todo un éxito en los países hispanohablantes, puede conducir al más rotundo fracaso en China. Porque si bien las chinas exigen más palabras dulces de su novio o marido, no están en iguala disposición de aceptarlas de un desconocido; mucho menos comenzar con ellas una relación amorosa. Sobre el particular consulte a varias chinas de edades diversas, en cuanto a su reacción ante un hombre que las piropea en la calle y las invita a un café:

Geng, 26 años—Me parecería muy raro y me atemorizaría. Quizá le rechazaré, (¡a menos que sea un chico bastante guapo y agradable!)

Wu, 36 años— Por dentro me sentiré halagada, pero no se lo demostraré y no le haré caso.

Zhang, 25 años— ¿Será un pícaro? Tendré miedo.

Wang, 19— Seguiré de largo, fingiendo que no he oído nada.

Zou, 50— Le diré “gracias” y me iré.

Guo, 32 años— lo amenazaré con llamar a la policía si insiste.

En cuanto a la actitud de los hombres, puedo decir que por tradición se niegan a dedicar requiebros a las mujeres. Y no faltan los que incluso desprecian el halago al sexo bello. Desde su óptica, los hombres “verdaderos” deben hablar poco y hacer mucho. Decir un piropo equivale a una vergüenza capital."

FIN DEL TEXTO Nº 1 EXTRAIDO DE LA WEB CHINATODAY

Texto 2.- (es directamente la historia de una "chica", que en su pueblecito asturiano, un dia conoce un pescador Chino, este le propone matrimonio en "apenas unos dias" y sin saber entenderse uno en el idioma del otro, y ella ACEPTA, y no solo se casa con UN CHINO, al que APENAS CONOCE, al que APENAS SABE DECIRLE NI HAO, sino que ademas, acepta irse con el a vivir a Taiwan, que ni siquiera sabe donde esta eso en el plano, me encanta su alocada inocencia y su rebeldia transigente, me ha tenido enganchada su historia como pocas antes lo han hecho y su forma desenfadada de hablar y contar por todo lo que paso no tiene desperdicio)

"1. "Grand Felicity”
Era verano de 1985 por fin cumplía 18 años, esa edad tan esperada en la que dicen que ya eres adulto. ¿Qué significaba ser adulto? Poder hacer lo que te da la gana, tomar tus propias decisiones e intentar cambiar tu destino. Eso era para mí cumplir 18 años.
Para que eso ocurriera se deberían dar circunstancias apropiadas. Seguir trabajando en un taller de modista ocho horas al día no me facilitaría ningún cambio. Aun así era lo que tenía, no sabía hacer nada y no había podido estudiar más que lo entonces llamado Educación General Básica.
En 1985 ocurriría algo que afectaría directamente a toda mi vida, a mi futuro y a mi manera de vivir. Vivía en Gijón, una ciudad del norte de España con puerto de mar, a la que llegaban barcos procedentes de muchos lugares del mundo. Mi hermana trabajaba con el pescado, y por este motivo iba mucho por el muelle y conocía a gentes diversas.
Una tarde de sábado ella me llamó.
-¿qué haces todo el día metida en casa sin salir?-mañana nos vamos a la playa, ¿te apuntas? Hemos conocido a unos chinos y es muy divertido.
-Sabes que a mi la playa no me da más.
-venga, ya verás que raro hablan, iremos unos cuantos y lo pasaremos muy bien. Necesitas salir de casa.
Acepté ir con ella y su grupo de amigos a una playa cercana a nuestra ciudad. Unos chinos que hablan raro, que curioso.
Al día siguiente en la playa conocí a dos de los chinos que habían llegado a nuestra ciudad hacía meses en un carguero de bandera panameña. Estaban de huelga reclamando los sueldos que les debían y no sabían cuanto tiempo más se quedarían en España. Xiu era el mas joven de una tripulación compuesta por veinticinco chinos. Me pareció muy guapo para ser chino. Yo los imaginaba de otra manera, enseguida congeniamos y la atracción fue mutua. Me uní al grupo de mi hermana y empecé a salir con ellos. Los chinos eran seres diferentes, extraños y eso me atraía. En los días siguientes fuimos a discotecas con ellos, bailaban de una manera muy particular y nos reíamos de eso. También fuimos al barco, llamado “Grand Felicity”, que estaba atracado en el muelle de los minerales en el puerto del musel. Nos invitaron a comer en el y cocinaron para nosotros. Nunca antes había comido en un barco y menos siendo servida por chinos que habían hecho la comida para nosotros. Eran afables y nos hablábamos como podíamos entre gestos, mímicas y risas. La vida en el barco no era agradable para ellos, se fueron quedando sin reservas de comida y no encontraban una solución satisfactoria para su situación, lo que hizo que les trasladaran a la casa del mar, donde les dieron alojamiento en tanto se resolviera su problema.
Un día acompañé a Xiu a su habitación, nos besamos y acariciamos, pero yo no estaba preparada para tener relaciones sexuales. Así que le rechacé. A él no le pareció muy bien, se mostró contrariado, intentó convencerme, la comunicación entre nosotros era muy difícil, yo no entendía nada de lo que me decía y lo único que sabía es que no pensaba acostarme con él. Terminamos intercambiándonos direcciones, diciendo que nos escribiríamos y despidiéndonos. Era de Taipei, la capital de Taiwán. Al salir de su habitación, tiré su dirección a la papelera. ¿Para que iba a querer escribir a un tío que solo estaba interesado en mí por el sexo y que al rechazar hacerlo me decía adiós? De esos ya había conocido bastantes en España, no necesitaba uno más. Cuando salí a la calle, me encontré con un grupo de españoles y chinos. Entre ellos los amigos de mi hermana que ahora también eran amigos míos. Me saludaron y me uní al grupo. Entonces me fijé en uno de ellos. Estaba justo en frente de mí y me miraba insistentemente. Su mirada me atravesaba. Yo también le miré, no hablamos, no nos dijimos nada, solo nos mirábamos, sin apartar la vista el uno del otro. El resto del grupo hablaban entre ellos imagino que de quedar para salir, yo no entendía nada porque nunca había estudiado inglés, ni siquiera en el colegio donde el idioma que se aprendía entonces era el francés.
Al día siguiente me llamó una de las chicas del grupo, con la que mejor me llevaba, era de mi edad y nos habíamos hecho amigas aquel primer día de encuentro con los chinos en la playa. El chino de la mirada insistente se llamaba Tony y estaba desando conocerme y volverme a ver. Mi amiga me convenció para que saliéramos a dar una vuelta con Tony y un amigo de este que a ella le gustaba.
Fuimos a un pub echamos un billar y tomamos unos refrescos, para terminar en una discoteca. Yo odiaba bailar. Por lo que me encontraba plantada en un sillón de una discoteca, enfrente de un chino que tampoco bailaba y que su único interés parecía que era mirarme. Mucho mas no podíamos hacer, ya que nuestro idioma no era el mismo y solo podíamos poco mas que hacernos señas.
Nos fuimos de la discoteca y dimos un paseo. Le acompañé hasta la parada de autobús y fue entonces cuando me dijo algo:
-¿Mañana tú puede sale?
¡¡¡Dios mío sabía hablar!!! Parece que los casi cuatro meses que llevaba en España le habían servido para aprender alguna palabra.
Quedamos en vernos al día siguiente.
Sinema me dijo. Vale el cine me gustaba y si a él no le importaba no entender nada de lo que dijeran ¿por qué no ir?.
En la segunda cita el venía preparado con el diccionario bajo el brazo. Fuimos al cine o “sinema” como le llamaba él. Yo estaba algo nerviosa. Los cines son sitios ideales para estar un poco a solas. No podía evitar pensar si intentaría pasarse conmigo aprovechando que estábamos dentro del cine, pero no fue así.
Pasaron los primeros minutos de la Película y aún no tenía muy claro de lo que trataba. El motivo de esta desconcentración, era debido a que estaba más pendiente de si él me pondría el brazo por el hombro o me cogería de la mano que de lo que iba la película en sí. Yo solo le miraba por el rabillo del ojo. Mantenía la mirada fija en la pantalla y los sentidos puestos en lo que pudiera suceder. Entonces me percaté de que aparentemente a mi no me estaba haciendo ni puñetero caso y que su mirada estaba tan fija en la pantalla como la mía.

(Claro al no entender nada, no le quedaba otro remedio que estar atento a las imágenes si quería saber un poco de que iba)..... (Además luego podríamos comentarla utilizando la lengua de signos.....)

Una vez que estuve completamente segura de que no pensaba arriesgarse ni siquiera a tocarme la mano, me acomodé en mi sillón y disfruté de la película. Salimos del cine, -¿cofi?, Me dijo él-, (eso era café), al menos estaba aprendiendo idiomas.
Nos tomamos un café y ahí fue donde entró en juego el diccionario.
Menudo diccionario, era de chino-inglés. Ósea el buscaba en chino lo que quería decirme y yo podía leerlo en inglés. Menos mal que era muy buena deduciendo. Y hasta aprendí alguna palabra en chino...
明天 Mintien = mañana
工作 Konchuo = trabajo
Mañana trabajo ¿quién tú? Coño pero si estás en huelga, aaaaaaaahhhhh se refería a mi. Si, que remedio me quedaba que trabajar al día siguiente.
El fin de semana tendríamos más tiempo para nosotros. Hasta ese momento las tardes que salíamos eran poco tiempo y nos limitábamos a tomar un café, ir al cine y luego a acompañarle hasta la parada de autobús. A mi me gustaba, porque hasta ese momento se había comportado de una forma muy correcta, sin ni siquiera intentar cogerme de la mano, ni intento de besos, ni nada por el estilo. Y por este motivo, yo pensaba que era un hombre muy serio y educado. Acostumbrada a chicos que enseguida querían besarme y tocarme, me gustaba esa sensación de compartir un día sin más pretensiones que pasear y disfrutar de una compañía. Él tenía veintiocho años, y para mí ese era el motivo de su comportamiento.
El sábado por la tarde yo no trabajaba, y le había dicho que iría con él al barco. El Grand Felicity” así se llamaba el barco, en el cual no vivían, pero utilizaban como nido de amor.
Era la segunda vez que subía a ese barco. La otra vez solo había estado en la cubierta y el comedor aquella vez en que nos habían invitado a comer.
En esta ocasión él me llevó directamente a su camarote. Había un montón de cucarachas corriendo por el barco. Mientras caminábamos por los pasillos en dirección a su camarote, me iba fijando en el resto de las habitaciones asomándome por las ventanas redondas de sus puertas. Estos estaban ocupados por algunos de la tripulación bien acompañados y pasándoselo en grande. Por un momento lo que pensé fue que al final él no era diferente, me llevaba a su habitación, y por supuesto no era tan tonta como para no imaginarme lo que querría.
Llegamos a su habitación, era un camarote pequeño, como mucho tendría unos seis metros cuadrados. Tan solo había una cama y una mesita con cajones, una ventana redonda en la pared por donde se podía ver el mar, -pensé lo que sería pasarse meses en un barco así-.
La situación era un poco tirante, sin hablar, solo mirándonos y en aquel espacio tan reducido donde solo había un camastro.
Me cogió de la mano y nos sentamos en la cama. Me preguntaba que hacia allí, sentada en el borde de una cama con un tipo al que no entendía.
Después de haber visto lo que ocurría en los otros camarotes, me imaginé de todo y pensaba en como saldría de aquella. Entonces me cogió por los hombros y me intentó echar hacia atrás, yo reaccioné bruscamente, y él dijo,-No problem, no pasar nada-.
Por suerte se dio cuenta de que yo no quería tener ese tipo de relación, acababa de conocerle, iba demasiado rápido. Claro que tampoco tenía mucho tiempo, en breve le repatriarían a su país. Yo no quería ser un pasatiempo para nadie y creo que le quedó clara mi postura al respecto ya que no dijo nada más, solo otra vez “no problem” y “nosotros ir”.
A veces me pregunto porque salía con él, y la verdad no sé la respuesta. Creo que era la curiosidad de conocer a alguien diferente. Y el hecho de que pensara que la vida no tenía sentido.
El que le hubiera rechazado implicó que me pidiera matrimonio. La sociedad de donde él venía (algo más machista que la nuestra), veía bien que la mujer no se acostara de buenas a primeras. Supongo que eso, y el que sus padres estaban deseando un nieto, fue lo que le hizo tomar la decisión de pedirme que me casara con él
Solíamos quedar todos los días cuando yo salía de trabajar a las ocho de la tarde. Repetíamos lo mismo cada día, pasear y tomar algo mientras nos hablábamos por señas, dibujos y diccionario.
Un día en los que estábamos dando un paseo, nos sentamos en el banco de un parque. Fue entonces cuando buscó en el diccionario la palabra "married". Aunque yo solo había estudiado algo de francés en la escuela, -ya que de aquella el inglés no estaba muy de moda-, la palabra “married” me resultaba conocida. La había oído alguna vez a la gente que si estudiaba inglés.
-married, repetí yo después de él.
-si, yo con ti married. –yo marcha Taiwán, tú venir Taiwán y married con mí.
-¿este tío me esta pidiendo que me case con él? Me parecía increíble, apenas lo conocía, ¿qué podía hacer que un hombre me pidiera matrimonio así sin más?
-todo no problem, yo ir Taiwán. –tu piensa, no habla ahora.
En poco tiempo le repatriarían, no podían seguir en España. Habían decidido enviarlos de vuelta a su país. Y firmaron un acuerdo en el que se comprometían a hacerles llegar sus sueldos cuando se resolviera todo aquel asunto. Algo que nunca ocurriría, la casa armadora había desaparecido. Y un año más tarde, en 1986, el barco se soltaría y se estrellaría contra un acantilado siendo pasto de los sopletes en el mismo lugar donde se terminó estrellando. Según las malas lenguas, o quizá buenas, alguien cortó la amarra porque no pagaba por estar atracado en el muelle y así deshacerse de él, aprovechando un día ventoso.

En 1998 una noticia en el periódico local recordaba así aquella tragedia



2. La pedida de mano
Me quedé pensando sobre lo que me acababa de pedir. Ir a Taiwán. ¿Y dónde estaba Taiwán?, ni idea, era algún lugar de China. Pero hasta entonces yo jamás había oído hablar de ese sitio...

FIN DEL TEXTO Nº 2 (EN REALIDAD, COMO BLOG QUE ES, CONTINUA Y TIENE MUCHISIMO CONTENIDO, DESDE AQUI ANIMO A LEERLO Y A DISFRUTARLO). FUENTE: BLOG DE YA.COM LLAMADO "MI VIDA EN TAIWAN"

2 comentarios:

Unknown dijo...

Hola, buscndo el blog de la "chica asturiana" (que en este caso es mi suegra) he dado con este blog y ahora mismo me estoy dando una vueltecilla por él. Me trae muchos recuerdos de mi primer viaje a Taiwán con mi novio. Sólo debo puntualizarte, que la autora de "mi vida en Taiwán" no es de un pueblecito, sino de una ciudad asturiana jajaja

Unknown dijo...

Hola, buscndo el blog de la "chica asturiana" (que en este caso es mi suegra) he dado con este blog y ahora mismo me estoy dando una vueltecilla por él. Me trae muchos recuerdos de mi primer viaje a Taiwán con mi novio. Sólo debo puntualizarte, que la autora de "mi vida en Taiwán" no es de un pueblecito, sino de una ciudad asturiana jajaja